La comunidad gitana española está de enhorabuena. Tras el éxito de Mi Gran Boda Gitana, Palabra de Gitano o Gypsy Kings los gitanos y gitanas hemos dado el salto a la gran pantalla con una producción paya, una dirección paya, un guion payo y un reparto mayoritariamente payo sobre la vida de personas gitanas. ¡Cómo no se me había ocurrido antes!
Se trata de Carmen y Lola, la ópera prima de Arantxa Echevarría, quien se estrena como directora de largometraje con esta pintoresca película al más puro estilo Mustang o La Fuente de las Mujeres. Y es que retratar a pobres mujeres de culturas “integristas” (como ella dice que somos en una reciente entrevista) está de moda. Esta vez no aparecen personajes de gitanos delincuentes ni de folclóricas ni de hijos de familias rivales que se enamoran desafiando a su destino y que por ello provocarán un enfrentamiento a navajazos entre los clanes.
En esta ocasión, dos jóvenes actrices también debutantes encarnan a dos adolescentes lesbianas y gitanas que sufren el desprecio de su familia por tratar de llevar su romance adelante. Una historia preciosa y trágica de un amor imposible a lo Romeo y Julieta digna de llevar a Cannes.
Retratar a pobres mujeres de culturas “integristas” está de moda.
La sinopsis: Carmen y Lola se conocen un día en el mercao – cómo no, no iban a conocerse en la universidad – y rápidamente surge una conexión entre ellas. Ambas desean escapar de su destino escrito, que básicamente consiste, según la directora que jamás antes ha conocido gitano alguno salvo uno, en casarse y tener muchos hijos.
Asegura la directora y guionista de esta versión 3.0 de Tarantos y Montoyas que el deseo de ayudar a visibilizar la situación de las mujeres gitanas es lo que la impulsó a hacer esta película, porque “o cuenta una paya la situación de una mujer gitana o no la cuenta nadie, y desgraciadamente tiene que ser una paya quien lo cuente porque ellos no tienen voz” (sic.). De repente me he quedado muda. Le preguntaré a mis compañeras María José Jiménez Cortiñas, Carmen Fernández, Ana Hernández, Aurora Fernández (a todas las integrantes de Gitanas Feministas por la Diversidad); a Ana Giménez Adelantado a Silvia Agüero Fernández a ver si ellas también han perdido sus maravillosas voces y están ahora comunicándose en el lenguaje de signos (de signos calés, claro).
Resulta irónico que afirme esto, porque cuando las Gitanas Feministas por la Diversidad se reunieron con ella y, tras revisar el proyecto largo y tendido durante horas, estas le aconsejaron con sus preciosas y potentes voces que debía hacer unos cambios para no caer en el antigitanismo . Otros artistas y activistas gitanos con amplia experiencia en la lucha antirracista como el productor y guionista José Heredia (director del documental sobre la situación actual de las comunidades gitanas El Amor y la Ira, entre otros) le aconsejaron eliminar ciertos estereotipos por inciertos y contraproducentes y ante la negativa de la directora ellos abandonaron el proyecto. El Pueblo Gitano no se vende. Los gitanos y gitanas, para sorpresa de nuestra autoproclamada portavoz, tenemos poderosas voces y mucho que contar, pero la directora dio carpetazo al asunto y silenció las voces de las Gitanas Feministas por la Diversidad. Tuvo en su mano la oportunidad de transmitir el mensaje de la múltiple discriminación que sufrimos las mujeres gitanas en parte por la invisibilización que el feminismo blanco hace de nuestro activismo, algo que las feministas gitanas llevan tiempo proclamando. Pero hizo caso omiso. ¿Entendéis ahora por qué cree las mujeres gitanas no tenemos voz? Lo suyo es un tipo de sordera selectiva. Ella quería hacer una película morbosa para que tuviera repercusión. Y vaya si la ha tenido. Es debutante y ya está en Cannes.
No deja de ser cuanto menos llamativo esta repentina preocupación de la directora debutante por las mujeres gitanas. Nunca antes había mostrado interés por nuestra causa. Nunca se le ha visto apoyando al pueblo gitano , ni se pronunció sobre el histórico I Congreso de Feminismo Romaní que organizaron las Gitanas Feministas por la Diversidad en pasado noviembre en Madrid, ni mucho menos se ha acercado al Pueblo Gitano a conocer sus experiencias y sentires. Ella misma confiesa en la entrevista que apenas había tenido un mínimo contacto con personas gitanas antes de esta película. Es asombroso lo rápido que cree haber conocido al Pueblo Gitano.
Nuestra experta en gitanología añade también en la entrevista que “Los jóvenes gitanos de hoy van hacia atrás. Van de Dolce & Gabbana y para ellos lo más importante es tener un buen móvil y que su novia sea la más guapa. No tienen nada de la profundidad de la cultura gitana.” Voy a tener que presentarle a unos cientos de jóvenes gitanos y gitanas que están en la universidad, que además trabajan y que conocen más su propio Pueblo que ella misma, y eso que es experta. Jóvenes que tienen que trabajar el doble que sus amigos payos para demostrar que valen y salir del ostracismo social al que el racismo los tiene sometidos. También le voy a presentar a otros tantos jóvenes payos y payas que van hacia atrás, van de Dolce & Gabanna y para ellos lo más importante es tener un buen móvil y que su novia sea la más guapa. ¿Soy yo o hay un tufillo a racismo en estas declaraciones de la gitanóloga?
Y continúa la cineasta: “hablamos mucho de las mujeres afganas y de Somalia y de… habría que bajar también a la calle y ayudar al mundo gitano, darle más oportunidades.” Suena muy bien ¿verdad? este discurso salvacionista para sociedades tercermundistas (hasta con este concepto nos jerarquizan) pero la realidad es que no necesitamos que nos “den” oportunidades, sino que dejen de quitárnoslas. Hay personas gitanas activistas muy válidas que llevan tiempo luchando contra el racismo y el capitalismo patriarcal. Y ahora llegan payas con su síndrome de white savior a apropiarse de las luchas y a tirar por tierra todo el trabajo de los colectivos antirracistas con su feminismo paternalista y subyugante.
Dice la directora bilbaína que ella es una persona comprometida y que lo suyo es cine social. Miente. Si fuera cierto sabría que el racismo como el que ella ejerce mediante el expolio, la apropiación cultural y el uso del privilegio racial es lo que impide al Pueblo Gitano, al afgano o al somalí progresar y salir adelante. Que los estereotipos que ella recrea en su película perpetúan los prejuicios en las personas payas que nos marginalizan. Que para visibilizar las problemáticas hay que primero escuchar a los verdaderos protagonistas. Que hacer un trabajo sobre gitanos sin gitanos es un ejercicio de poder que mantiene la jerarquía social establecida. Que las buenas intenciones van cargadas de intereses personales. Que las mujeres gitanas somos diversas, capaces, autónomas y tenemos unas voces maravillosas y potentes pero que payas como ellas nos la arrebatan. Que la representación en los medios influye sobremanera en el imaginario colectivo y que por ello si se retrata a un colectivo vulnerable y estigmatizado hay que tener una especial formación y delicadeza. Que mucha gente jamás en su vida ha cruzado una palabra con un gitano (al igual que ella) y que todo lo conocen sobre nosotras es lo que ven en la televisión. Que hay personas gitanas muy valiosas que pueden servir como referentes a nuestra juventud. Que también existe machismo y homofobia en la sociedad paya pero que a esta se la mide con otra vara, una más blanda. Que el suyo es un tipo de racismo etnocéntrico y supremacista. Y que apenas sí conoce la cultura romaní, tal y como ha quedado reflejado en sus declaraciones.