Integrante de Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad
Carta abierta a Paula Echevarría: “Compararme con una “it girl” es como comparar a Dios con un gitano”
Estimada Paula:
No descubro nada nuevo si digo que las comparaciones son odiosas porque siempre sale alguien perdiendo. Si, además, el símil viene acompañado de una carga de prejuicios y clichés el resultado puede ser muy perjudicial para el elemento a comparar más desfavorecido.
Has querido elogiar a tu competidora Dulceida cubriéndote de una falsa modestia, encumbrándola a ella en lo más alto y colocándote a ti misma en el otro extremo de la balanza, en lo más bajo. Entendemos así, que en tu imaginario social Dios (tu Dios blanco y occidentalizado) es la máxima expresión de la perfección y de la belleza mientras que el gitano es la antítesis de lo bello y excelso. Si esta concepción no es racista, supremacista, etnocéntrica y gitanófoba que baje tu Dios y lo vea.
Seguro dirás -desde tu posición de paya privilegiada que nunca ha sufrido discriminación por pertenencia étnica- que nuestra reacción es exagerada, que no tenías intención de ofender a nadie, que es sólo una forma de hablar y que tienes muchas amigas y amigos gitanos. Y ahí reside el problema, en lo preocupantemente normalizado que está el menosprecio a los gitanos y gitanas. Un menosprecio arraigado en lo más profundo de las sociedades europeas y que es el causante de siglos de persecución, maltrato, intentos de exterminio, etnocidio y sufrimiento del Pueblo Gitano. Durante más de quinientos largos años familias enteras gitanas fueron perseguidas, separadas, esclavizadas y expulsadas de sus asentamientos por las autoridades españolas bajo el amparo de más de 300 leyes antigitanas que pretendían la desaparición de la faz de la tierra de mi Pueblo. No es de extrañar, pues, que con esta inhumana herencia recibida aún a día de hoy tengamos que luchar contra el antigitanismo presente en los medios, vigente en las instituciones y persistente en la sociedad.
¿Sabes una cosa, Paula? El lenguaje no es inofensivo. El lenguaje construye el pensamiento y es una herramienta de transformación muy poderosa. Tiene el súperpoder de perpetuar desigualdades pero también de generar nuevas realidades. Créeme, soy profesora de lengua, de esto sé un poquito. Y tú, como personaje público, tienes una gran responsabilidad en la creación de futuras sociedades. Por suerte o por desgracia (más lo último), lo que digas puede influir positiva o negativamente (estos conceptos sí son opuestos) en miles de personas. No en vano te han catalogado de influencer y te estás enriqueciendo con ello. Así que recuerda que debes ser consecuente con lo que expreses públicamente y no difundir mensajes de odio desde tus múltiples plataformas, si no te importa el daño que puedas causar a un colectivo vulnerable al menos no lo hagas porque es un delito. Imagino que ya tus asesores/as de imagen te han informado de que, además de saber posar de forma elegante y afectada ante las cámaras, también hay que saber hablar, y déjame decirte que esa asignatura la tienes pendiente. Tengo alumnos y alumnas de 1º de ESO más elocuentes que tú. La buena noticia es que de la ignorancia se sale. De ti depende.
Decía al principio que en las comparaciones siempre alguien sale perdiendo. En este caso la que pierde eres tú, al Pueblo Gitano le sobra dignidad para sobreponerse a tu desprecio, no es la primera vez que nos humillan, que nos insultan y que nos deshumanizan. Y sin embargo aquí estamos, aguantando las embestidas del monstruo del racismo antigitano, mal que le pese a muchos, y a muchas. En cambio tú serás recordada por meter la pata cuando no tienes un guión escrito, por tus declaraciones racistas y por tu “yo ni machismo ni feminismo”. Casi nada.
Así pues, Paula, tu desafortunado símil es racista, bajo, zafio, pernicioso e irresponsable. No es necesario ensuciar la imagen de un colectivo para dártelas de humilde. Si pretendías mostrar sencillez podrías haberte comparado con el mecanismo de un botijo, o con el asa de un cubo, o con la mecánica de un sacapuntas…¡Mira si hay posibles semejanzas con la simpleza y hubieses resultado más graciosa! Pero no, tenías que hacer alarde de tu superioridad racial metiendo a los gitanos en tu chiste. Entenderás que tu gracieta no me haga gracia. No me puedo reír cuando a causa de los estereotipos negativos que tú contribuyes a reforzar nos caricaturizan en programas de televisión en prime time, cuando aún segregan a cientos de niños y niñas gitanos en escuelas-gueto, cuando nos vetan en las plantillas de las empresas, en el alquiler de viviendas, en la producción de conocimiento, en los libros académicos, en festivales nacionales de flamenco y hasta en los debates sobre diversidad y feminismo gitano, como recientemente nos ha pasado en el festival de cine de mujeres de Pamplona, y eso que somos feministas y gitanas. No sabemos ya qué más hacer para que se nos respete y considere ciudadanas de pleno derecho y sujetos políticos con agencia transformadora.
Lo irónico de todo esto es que la imagen que ha quedado dañada es la tuya, Paula. Ni una breve disculpa te has molestado en escribir en tus redes. En cambio sí que corriste a pedir perdón a los medios que dejaste plantados recientemente en uno de tus eventos promocionales. Ahí se descubren tus prioridades.
Finalmente Paula, decirte que más quisieras tú ser como un gitano, jamás serás una de nosotras, te falta humanidad y te sobra soberbia.
Postdata: Dios es mujer y es gitana.